La lluvia se agolpaba en mi cristal y las gotas transparentes , discurrían por la ventana del dormitorio de extremo a extremo
. Mi nublada mente , al ver las agujas translucidas caer del inmenso cielo , se
pone a funcionar y a crear vínculos de la nada . Y empiezo a pensar en la
soledad que me embarga desde que perdí a Glufy , mi perro . La unidad de todas
estas maravillosas lágrimas celestes , que riegan los cultivos del hombre y
hacen mas fuertes a los caudalosos ríos , activan una mecánica interna que
asocia la compenetración que yo tenia con Glufy y la lluvia . Luego reflexiono y me doy cuenta
de que me estoy volviendo realmente loco.
Todas las personas que me rodean me dicen sin cesar que no
tengo que darle tanta importancia, que es un animal sin más . Intenté hacerles
caso pero es difícil olvidar algo cuando piensas en ello sin tregua. Su muerte había
sido un golpe inesperadamente doloroso. Era viejo , bien lo sabía yo ,llevaba concienciándome
de que algún día de estos moriría desde que cumplió los catorce años .
Pero ahora que me doy cuenta lo que me tiene tan preocupado
al fin y al cabo no es el acontecimiento en si , sino lo que lo rodea. La
muerte , que todos los seres humanos han temido desde tiempos inmemoriales y a
la que intentamos poner solución a toda costa . Definitivamente no era el
fallecimiento de mi malaventurado perro lo que me quitaba el sueño sino , el
fin en sí .
Aterrado por esta idea, tuve la ocurrencia de ir a ver al psicólogo
, a un profesional , para que me aconsejara en esta tempestad . Que me recetara
medicamentos o que hiciera cualquier terapia que me devolviera mi ausente
felicidad. Y así fue como , en plena lluvia dejé de mi amplio piso , propiedad
de mi abuelo , que me lo dejo en herencia hacía ya diez años . Descendí un
peldaño tras otro de mi medio putrefacta
escalera de madera , corroída de la humedad . Me dirigí hacia el saloncito con
sofás color café y abrí un cajón situado en el mueble de la televisión , del
que saqué unas llaves que esperaba tuvieran batería.
Abrí la puerta de casa y crucé mi jardín , con sus hojas caídas,
características del bien entrado otoño . Con paso firme puse rumbo al coche ,
abrí la pesada puerta del trastero que era también taller y garaje y contemplé mi coche , un todoterreno marca Toyota que
había estrenado hacía ya año y medio. Presioné el botón de la llave a distancia
,”clac”, la puerta granate se abrió automáticamente y me metí en el vehículo .
Arranqué motores y salí de mi estancia en las afueras de BearCity una ciudad
que le debe su nombre a un parque natural de osos que hay al lado. Una pequeña
ciudad veraniega que tenía apenas los diez mil habitantes , pero aun así había
instalaciones de todo tipo para que los ricachones que veraneaban ahí no tuvieran
ninguna incomodidad . Tomé la carretera secundaria , embarrada y polvorienta ,
que lleva al centro , pero no prestaba realmente ningún cuidado al volante.
Conducía con desgana , pensando en que la muerte también me llegaría a mi y que
quizás el perro había sido un símbolo. Me sorprendí a mi mismo a punto de
volver a casa para que la tragedia no me encontrara a mí como lo había hecho
con Glufy .
En medio de toda aquella nube de pensamientos negros y supersticiosos en la que estaba envuelto , la realidad me devolvió a ella con un golpe seco contra el airbag . Todo perdió su forma y el coche empezó a dar vueltas de campana , luego, la oscuridad .
Lo he leido con deleite, sigue, aunque sea un poco triste, pero estamos en otoño. , y, próximo al mes de Noviembre que para mi es es mes mas tétrico de mi vida. BESOS
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